Palacio de Linares (Casa de América)

Saludos gatunos amigos. Hoy de nuevo nos engalanamos para recorrer uno de los lugares más enigmáticos y, a la vez, bellos y desconocidos de Madrid, acompañado desde su construcción por varias leyendas, algunas de ellas fantasmagóricas. Os voy a descubrir el Palacio de Linares, que actualmente es sede de la Casa de América.

Historia

El Palacio empezó a construirse en 1872, por el arquitecto catalán Carlos Colubí, siguiendo los diseños del francés Adolf Ombrecht, por deseo de los Marqueses de Linares. Emplazado en el lugar donde antes estuvo el Pósito Real de Madrid, en el sitio donde se almacenaba grano, y donde antes de esto hubo un molino de plata. Manuel Aníbal Álvarez continuó las obras iniciadas por Colubí, construyendo la escalera que da al jardín, las caballerizas y la Casa de Muñecas, y el propio Ombrecht, terminó el trabajo.

Los Marqueses se mudaron en 1884, tras 18 años de obras, aunque todavía no estaban acabados los interiores. El dueño era un adelantado a su época, un hombre viajado, europeísta y quiso instaurar en el palacio la influencia y los gustos adquiridos en sus viajes, como regalo para su esposa Raimunda. Para la decoración buscó artistas españoles de renombre internacional, como Casto Plasencia, Jerónimo Suñol, Francisco Pradilla, Manuel Domínguez, Francisco Amérigo y Alejandro Ferrant.

Los adornos están basados en escenas mitológicas, y los materiales son de la mejor calidad, mármol de Carrara, lámparas francesas, tapices de la Fábrica de Gobelinos, alfombras de la Real Fábrica de Tapices.

Según la leyenda, que posteriormente descubrí que es falsa, el marqués residía en la planta baja y la marquesa en la primera, puesto que los marqueses no podían vivir como marido y mujer, y luego os contaré por qué. La tercera planta estaba dedicada al servicio y los huéspedes. Es un Palacio sin cocina, pues los marqueses hacían traerse la comida del tradicional restaurante madrileño Lhardy, muy del gusto de la nobleza de la época.

Los marqueses murieron mayores, y dejaron el Palacio a Raimunda Avecilla y Aguado, ahijada de los marqueses e hija de su administrador, Federico Avecilla Delgado, y luego pasó de mano en mano, (la compañía marítima Trasmediterránea, las Cajas de Ahorro, el Ayuntamiento e incluso el empresario Emiliano Revilla…).

Con todo este trasiego, sin cuidado ninguno, el deterioro era evidente, e incluso hubo un expediente de derribo. Cuenta la leyenda que durante casi un siglo estuvo cerrado por cien llaves. Se libró del derribo en 1976, cuando fue declarado Monumento Histórico Artístico. En 1981, cuando aún estaba cerrado, sirvió de escenario a la película de García Berlanga, “La escopeta nacional”.

En 1992, como parte de la celebración del V Centenario, un consorcio formado por el Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid, y el Ministerio de Asuntos Exteriores, volvió a abrir el Palacio como Casa de América. Fue inaugurado para acoger la II Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno Hispanoamericanos. Su misión es el acercamiento de las gentes de España y América, las culturas iberoamericanas de ambos lados del océano.

Leyendas

Vamos a conocer a los marqueses y contar su curiosa historia. José de Murga y Reolid, y Raimunda de Osorio y Ortega, fueron los primeros marqueses de Linares y los primeros vizcondes de Llanteno. Según la leyenda, el padre del marqués de Linares, Mateo Murga y Michelena, le dijo en su día, que no se casase por interés, sino por amor, aunque, paradójicamente, se negó a que José se casase con Raimunda, de origen humilde, hija de una cigarrera de Lavapiés. Al poco tiempo, el padre de José murió y rápidamente los enamorados se casaron. Entre los papeles de Mateo, José encontró una carta en que le comunicaba que Raimunda era hija ilegítima suya, es decir, que se había casado con su hermana.

Los marqueses pidieron entonces ayuda al Papa Pío IX, que les concedió una bula “Casti Convivere” que les habría permitido seguir viviendo juntos, pero en castidad, lo que explica lo que os he comentado anteriormente de vivir uno arriba y otro abajo, pero todo esto son leyendas.

Hay otra historia, que hace referencia a una supuesta hija de los marqueses que estos habrían matado para evitar el escándalo. Esta hija es el supuesto fantasma que merodea por las habitaciones del palacio, cantando y llamando a sus padres, pero según una persona que lleva muchos años trabajando en el Palacio, jamás ha escuchado nada de nada.

Pues bien amigos, estas leyendas, como ya os he comentado, son falsas, tal y como detallamos mi “negro” Manolo y yo en el libro Misterios en Madrid, de la Editorial Círculo Rojo, y os cuento por qué:

En primer lugar, la marquesa doña Raimunda de Osorio no era hermana de Don José, pues era hija de una conocida familia adinerada de la época, amigos muy cercanos de los Murga, por lo tanto, su madre no fue la cigarrera de Lavapiés con la que Don Mateo, el padre de Don José, sí tuvo una hija, que no era Raimunda.

Bien, aclarado este punto continuaré diciendo que Don José y doña Raimunda contrajeron matrimonio y estuvieron 15 años juntos, en los cuales no tuvieron hijos, aunque sí, como os dije al principio, apadrinaron a una preciosa niña, hija de un abogado amigo suyo, Don Federico Avecilla, cuando éste murió. La niña, de nombre Raimunda Avecilla Aguado, era conocida como Raimundita o Mundita. Los marqueses le tomaron gran cariño y construyeron para ella la Casa de Muñecas, enfrente del palacio, y, posteriormente, le dejaron su herencia.

Palacio

El Palacio está construido con piedra caliza, y como he comentado anteriormente, está decorado profusamente con preciosas y únicas lámparas francesas, ricas alfombras de la Fábrica de Gobelinos, y numerosas obras de arte de Francisco Pradilla, Manuel Domínguez y Alejandro Ferrant.

El vestíbulo de entrada al Palacio, tiene la peculiaridad de estar enlosado en maderas exóticas, gracias a lo cual, cuando era atravesado por los caballos, el sonido de los cascos era amortiguado.

La escalera principal fue diseñada por Jerónimo Suñol, y está fabricada en mármol de Carrara. Hay varios lienzos, obra de Manuel Domínguez, y las paredes están decoradas con paneles dedicados a las Artes, las Ciencias, la Agricultura y la Industria. Encima de ellos hay unos frescos que representan a las Musas. En el techo abovedado, unas pinturas aluden a las cuatro estaciones del año.

En la primera planta, al iniciar la visita nos encontramos con el Vestidor de la marquesa, rebautizado con el nombre de Sala Camoens. Su techo contiene un fresco decorado por Casto Plasencia, que representa El Tocador de Venus. Como en todo el Palacio, existe un paralelismo, casi a modo de espejo, entre los adornos diseñados en el techo, y los del suelo, estos formados por teselas, tipo mosaico romano.

Desde el Vestidor, pasamos al Dormitorio de la marquesa, cuyo nombre actual es Sala Machado de Assis. Es magnífica la pintura del techo, también obra de Casto Plasencia, llamada “Alegoría de la noche”, y representa elementos alusivos al sueño y la noche. Los bordados del paramento, dejan un espacio donde tendría que ir el dosel de la cama. Es curioso en esta sala, una puerta, que sin embargo no tiene salida por la habitación contigua, esto es porque es un armario empotrado, debido al enorme grosor de la pared.

Cuando dejamos esta habitación, nos introducimos en una galería, en cuyo lado derecho hay una puerta que nos lleva al Comedor de Diario, denominado ahora Sala Octavio Paz. El techo está decorado por un óleo de Sebastián Gessa, con motivos naturales. La moldura del techo está decorada con frutas, al igual que su “reflejo” en la alfombra, de la Real Fábrica de Tapices.

Pasamos después a la Sala de Música, denominada Sala Cervantes, con adornos musicales en toda su superficie, sobre todo en el techo, donde se encuentra La Alegoría de la Música, de Manuel Domínguez. Destacan las escenas de las cuatro estaciones sobre las puertas y los bordados de seda realizados en Lyon. El fondo de la sala está compuesto por ventanales y una puerta que abre al jardín, con el que se une a través de una bella escalinata, de Manuel Aníbal Álvarez, fusionando así la música con la naturaleza.

 

Conectada con la Sala de Música está la doble Sala de Billar, llamada ahora Sala Miguel Ángel Asturias. Digo doble, porque en el centro hay una doble chimenea que separa el salón en dos partes, uno donde estaba la mesa de billar, con una magnífica lámpara, y el otro, llamado Salón de Fumadores. Ambas salas están decoradas de la misma forma, a base de madera de caoba.

 

Saliendo de nuevo a la galería, la siguiente sala es la sobria pero confortable Biblioteca, actualmente Sala Cortázar. Está decorada con paneles de nogal, la misma madera de la que está hecha la chimenea. Por cierto, en todo el Palacio hay 56 chimeneas, todas de distintos materiales y diseños. El techo está decorado con relieves dorados y policromados. Hay retratos de Cervantes, Quevedo, Garcilaso, Calderón de la Barca y el Padre Mariana., todos ellos obra de Manuel Domínguez.

Y la última sala de esta primera planta es el Despacho privado del marqués, bautizado como Sala Pablo Neruda. Sus ventanas se abren a la plaza de Cibeles. Está revestido con madera de nogal.

Y ahora subimos a la planta segunda o principal. Aquí la galería que rodea el hueco de la escalera, y de la que parten todas las salas, está profusamente decorada con mármoles en paredes y suelos, y con mosaicos con teselas de esmalte y doradas en las bóvedas.

El primer gran salón que nos encontramos es el Comedor de Gala de los marqueses, para la Casa de América, el Comedor de Honor. Está lujosamente ornamentado, y es una auténtica maravilla de brillo y esplendor. La parte central del techo contiene un fresco llamado “El festín de los dioses”, que alude a los excesos de comida y bebida, presididos por la diosa Diana cazadora. Sobre la chimenea hay pintado un bodegón, el único del Palacio.

Los mosaicos de las paredes son de estilo bizantino y todas las molduras están recubiertas de pan de oro de 22 kilates, que es el que mejor refleja la luz. Hay dos consolas auténticas, rescatadas hace poco tiempo en una subasta. Es importante la inmensa mesa, que tiene la característica de ser extensible, para adaptarse al número de comensales, lo que ahora nos parece normal, pero en aquella época era toda una novedad.

 

De aquí pasamos, por una lateral del Comedor, al Salón de té, denominado en la actualidad como Sala Manila. Este salón debe su existencia a la moda de la época por todo lo oriental y exótico. Fue de los últimos salones en construirse. Las sedas con que están adornadas las paredes, el lacado de las puertas, los esmaltes y toda la decoración en general fueron traídos expresamente de China.

Después entramos en el Salón Principal, denominado Salón Bolívar por la Casa de América. Es una sala muy luminosa, y decorada casi en su totalidad por el artista Casto Plasencia, donde destaca en el techo, la pintura “Psique conducida al Olimpo”. Es una sala de estilo romántico, con dos grandes lámparas de cristal y bronce francés, únicas, pues fueron fabricadas ex profeso para el Palacio.

Y se empiezan a mover nuestras garras alegremente, pues entramos en la Primera Antesala de Baile, decorada con un artesonado de madera, rematada con motivos neomujéjares, y donde destaca la pintura “Alegoría de las placides o La Ninfa”, de Francisco Pradilla.

Y por fin llegamos al Salón de Baile, rebautizado como Salón de Embajadores. Es una sala de planta oval, decorada con pinturas de Pradilla; en el techo, “Las travesuras del Amor”, y en los lunetos, “El trovador”, “Niñas en el palco”, y “Mujeres del palco con abanicos y prismáticos”. Este último luneto tiene la característica de ser removible, y se quitaba durante los bailes, y en el balconcillo que se formaba, estaba la orquesta, de manera que se oía la música sin ver a los que tocaban.

Contigua está la Segunda Sala de Baile, denominada ahora Sala Inca Garcilaso. Era el salón de salida de las celebraciones, y su mayor tesoro es la chimenea de mármol con esculturas hechas en París por los mejores broncistas de la época. También destaca la pintura cenital de Pradilla, “Fantasías de Céfiro”.

La sala siguiente es el Despacho, llamada por la Casa de América, Sala Bartolomé de las Casas. Este era el despacho donde el marqués trataba los asuntos profesionales. Está decorada con artesonados de relieves policromados que imitan madera. Las paredes están revestidas de paneles de roble, el mismo material utilizado para la chimenea.

Y por fin llegamos a la Capilla, con un estilo románico-bizantino, con pinturas de Alejandro Ferrant en el techo y los lunetos, y de Francisco Amérigo en las paredes. El suelo, el zócalo y el altar están decorados con mármoles muy variados. El techo, en forma de pequeña cúpula, está recubierto con un mosaico de teselas esmaltadas y doradas.

Salimos ahora al exterior, y entramos en el bonito jardín. Ya os he hablado de la preciosa escalera construida por Manuel Anibal Álvarez, que también construyó las caballerizas y la Casa de Muñecas. Esta es una gran edificación, dedicada a ser lugar de juegos para niños. Su diseño estaba en los planos originales del palacio, pero al no tener los marqueses descendencia, y como era habitual en aquellos tiempos, tuvieron muchas ahijadas, y posiblemente era utilizada por éstas para hacerles agradable la visita.

Bien, queridos amigos, este es el bonito Palacio que tantos ríos de tinta ha dejado correr, por sus leyendas e historias fantasmagóricas, aunque con pocos visos de realidad. Puede visitarse los sábados y domingos a las 11, 12 y 13 h. aunque, desgraciadamente, no se pueden realizar fotos. Solo me queda citaros para el próximo artículo. Os espero, no faltéis y recordad… ¡PASO LISTA!. Saludos gatunos

Fuentes: 
Texto:    + Página web de la Cása de América (http://www.casamerica.es)
              + Visita guiada al Palacio de Linares
              + Misterios en Madrid (Manuel García Sanahuja – Ed. Círculo Rojo, 2018)
Fotos y vídeo: + Exterior: Manolo G. Sanahuja 
                        + Interior: cedidas por Casa de América 

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