Ferretería García, la más antigua de Madrid

Saludos gatunos amigos. Desgraciadamente, el post de MADRID, ENTRE MI CIELO Y MI SUELO que iba a actualizar hoy, está completamente desactualizado pues la Ferretería García, que era la más antigua de Madrid, cerro sus puertas en este espacio de tiempo desde que fue escrito hasta ahora. De todas formas, voy a actualizarlo tal y como Manolo lo escribió en su visita y, en un futuro, realizaré otro artículo sobre el nuevo establecimiento que hay actualmente en su lugar haciendo, evidentemente, la lógica reseña a nuestra antigua y entreñable “tienda de clavos”. Aquí os lo dejo:

Hoy nos adentramos en el Madrid castizo, junto a la Plaza de Antón Martín, para descubriros los secretos de la ferretería más antigua de la capital, pues hasta hace unos años era la Ferretería Subero, en la calle Fuencarral, pero ya cerró sus puertas, dejando el galardón de antigüedad a la FERRETERÍA GARCÍA, en la calle de Atocha, 57.

Como está cerca de mi casa, la he visitado varias veces en busca de información y fotos, y Doña María Jesús, que así se llama la dueña, siempre me daba largas con la excusa de arreglar las cosas un poco, sobre todo cuando le dije que por el barrio había rumores de la existencia de unas bóvedas de una antigua iglesia en los sótanos del establecimiento. Ella me decía que sí, que eran muy bonitas, pero que debía despejar la entrada pues estaba llena de trastos, o sea, no tenía ganas, como he comprobado más tarde, pero esto os lo cuento después.

La ferretería fue fundada en 1888 por Don Esteban García Ochandatay (un riojano nacido en Torrecilla de Carneros), en un edificio construido por el arquitecto Tomás Oñate en 1887, en unos terrenos propiedad de Matías López, Marqués de Casa López, que hasta 1882 habían sido sede de la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, pero de esto os hablaré más adelante. Esteban, hijo de labradores acomodados, se decidió por el comercio ferretero, en un alarde visionario pues prácticamente ese tipo de negocio era inédito en aquellos tiempos en la capital. Pero enseguida adquirió gran fama, pues vendía productos procedentes de Alemania e Inglaterra, algunos de los cuales se conservan todavía en el establecimiento.

En 1921, se hace cargo del negocio su hijo menor, Ramiro García Méndez, que está al frente hasta 1953, cuando le sucede su sobrina Ángela García del Río que trabaja en la tienda con su hermana pequeña María Jesús que ha quedado como titular del negocio, al fallecer Ángela en 2010.

El establecimiento, que hace años estaba considerado como uno de los mejores de la capital, se conserva prácticamente igual que sus inicios, hace 125 años, y donde se respira antigüedad, solera y encanto. Tiene un robusto mostrador de madera de roble, en forma de U, terminado en una pequeña cabina que hacía la función de Caja, y donde los clientes abonaban sus compras. Son llamativas las estanterías, que son las primitivas de cuando abrió el establecimiento, con cajones de gran capacidad que se elevan hasta el techo “empapelando” las paredes de un gran mosaico de madera noble. Es destacable también la viejísima caja registradora que aun cumple sus funciones…

Doña María Jesús García del Río, la actual propietaria, es una psicóloga frustrada y quizá esta vocación se refleja en el trato con los clientes. Los productos son tantos y tan variados que es difícil estar preparado para atender a una clientela también diversa. Además, dado su edad avanzada, sin duda septuagenaria desde hace varios años, no puede arreglar y colocar los enseres del establecimiento como desearía, pues es muy pizpireta y elegante, y al entrar te encuentras con un desorden inusitado, pero ella, no sólo conoce donde está cada pieza, sabe también su precio sin necesidad de consultarlo.

Me invitó a visitar las dependencias interiores, donde el desorden inicial es mero juego de niños, pues me encontré una “rebotica” (que se dice en las farmacias pero que desconozco qué sustantivo se utiliza en las ferreterías) llena de estanterías repletas de archivadores antiguos, papeles y documentos que se pueden apreciar debajo de la espesísima capa de polvo, pues hace muchísimos años que ni se han tocado, y por supuesto, algunos aparadores llenos de instrumentos y muebles antiguos y materiales de ferretería ya descatalogados. Bajo una silla llena de papeles y documentos, pude apreciar una trampilla que, sin duda, daba acceso a la cueva.

De esta “rebotica”, a la que llamaré en adelante “sala contigua”, seguimos por un pasillo, estrechado por la cantidad de estanterías llenas de cosas que casi cerraban el paso, y llegamos a una habitación más ancha, a su vez llena de trastos y muebles viejos, donde casi no se podía pasar a pesar de su tamaño. Allí tenía infinidad de cosas, entre ellas varios cuadros apilados, pintados por la propia María Jesús, y uno, bastante grande, del siglo XIX, que representa a un amigo de su abuelo. Hice una foto de una pequeña estantería que contiene algunos utensilios que no soy capaz de reconocer, y pido vuestra ayuda para hacerlo.

Y por fin, salimos de nuevo a la sala contigua, y me presentó a nuestra querida y deseada entrada a la cueva, de madera antiquísima, formada por dos puertas, que se abrían desde el suelo a modo acordeón, y que estaban tapadas, una por una silla llena de documentos, y la otra, por dos escaleras de mano bastante grandes. Y aquí comienzan los problemas. En primer lugar me dice que la de las escaleras no se puede abrir, y sólo quite la silla, y abra esa trampilla, pero que sobre todo, tenga mucho cuidado porque al abrirla, me puedo matar al bajar las escaleras. La verdad es que sí estaba un poco peligroso.

La abro, y me encuentro unas escaleras viejísimas de piedra y, al no poder abrir la otra trampilla, dificilísimo bajar para una persona alta como yo, ¡tenía que bajar sentado arrastrando el culo por los escalones!. Le pregunto que donde estaba la luz, y me dice que bajando, en el lado derecho en una columna, pero con las obras del edificio de al lado, se han fundido las bombillas y que no tiene de repuesto, y además, no tiene linterna. En mi último intento por hacer un buen reportaje, desde arriba, sin bajar nada más que dos escalones, utilizo la linterna del móvil y veo una sala abovedada, que tiene un pasillo y, según me comentó la dueña, hay otras dos salas más.

Vamos a ver, no sé si os habéis encontrado alguna vez en esa tesitura, pero francamente, al ver el estado de todo, completamente ruinoso, y la pequeña y dificultosa escapatoria que tenía en caso de peligro, me entró miedo. Aun así, bajé hasta el final de la escalera, e ilumine a mi alrededor la estancia. Alli aparecieron esas famosas bóvedas, de ladrillo antiquísimo y muy desgastado, y nada más de relevancia, bueno sí, un pasillo que daba a las otras salas. El problema que tenía ahora es que no podía hacer fotos, aparte de que me pareció escuchar unos ruiditos que serían ratas o algo así, por lo que decidí abandonar mi empeño, y subí arrastrando otra vez mi trasero en dirección contraria y salí. Sí, soy un cobarde, lo sé, pero me gustaría veros en mi lugar. Después de agradecerle a Doña María Jesús todas sus atenciones y su información, ya me vine a casa a relataros todo lo descubierto.


¿Por qué tenía tanto interés en ver las cuevas de la ferretería?. Os cuento… en 1561, Felipe II nombró a Madrid Capital de España, y en 1585 fundó el Convento de Nuestra Señora de Loreto, para amparar a las niñas huérfanas, en unas casas que había comprado en la Plazuela de Antón Martín, lo que hoy es la calle de Atocha, esquina con la plaza de Matute. Al año siguiente, el rey mandó traer desde Roma la imagen que dio nombre al Colegio, la Milagrosísima Imagen de Nuestra Señora de Loreto, obra de Giovanni Battista Montano, arquitecto, escultor, grabador y entallador italiano. El convento se fue ampliando con la adquisición de casas cercanas, y la Iglesia fue construida ya bajo el reinado de Felipe IV según proyecto de su arquitecto Juan Gómez de Mora. La obra fue finalizada por Pedro Lázaro Goiti en 1654. Justo en el lugar que ocupó la iglesia, se levantó el edificio que alberga nuestra querida ferretería.

Ya en 1882, como os he comentado, se derribó el antiguo Colegio-convento y su iglesia barroca. Pues bien, en el solar del Colegio, actualmente se levanta un edificio de viviendas, por cierto, en obras desde hace algunos años, en el que el 24 de enero de 1977, en el segundo piso, tuvo lugar la famosa matanza de varios abogados laboralistas. Por entonces la prensa publicó que, a raíz del suceso, se descubrió un paso subterráneo bajo el edificio y quizás el pasadizo hallado perteneció al desaparecido Convento de Loreto, aunque también pudiera pertenecer a alguna de las galerías por las que llegaba el agua desde el Viaje de la Fuente Castellana que el Ayuntamiento de Madrid les concedió en 1637.

A raíz del inicio de ENTRE MI CIELO Y MI SUELO, en mis investigaciones, tuve noticias de la existencia de las cuevas de la ferretería, y quise comprobar si podían pertenecer también a algún pasadizo del convento o la iglesia. Y la verdad es que pudiese ser, pues el abovedado no es el mismo que suele haber en los pasadizos que hay en muchas casas del centro de la capital sino que, como he podido averiguar gracias a Carlos Osorio, del blog CAMINANDO POR MADRID, este tipo de bóvedas fueron construidas para ayuda de la cimentación en la descarga del edificio, pero antiguamente, se excavaban en la tierra y se les aplicaba una capa gruesa de yeso fuerte, pero éstas, según pude comprobar someramente, están construidas en ladrillo, que por su antigüedad bien pudiesen ser del siglo XIX, cuando se construyó el edificio, por lo que me queda la duda si, eran las bóvedas originales de la iglesia y rehabilitadas con ladrillo por los constructores del inmueble, o si son bóvedas construidas por estos en 1887. Que cada cual opine lo que quiera, pero yo me inclino a creer que pertenecieron a la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto, sí, lo siento, soy un romántico soñador.

Y con esto termina nuestro “paseo” por la historia de la FERRETERÍA GARCÍA, en la actualidad, la más antigua de Madrid. Quiero agradecer a Doña María Jesús García toda su atención, facilidades, información y sobre todo, paciencia, que ha tenido para que os pudiese descubrir su encantador rinconcito. También dar las gracias a Carlos Osorio y a su blog CAMINANDO POR MADRID, por haberme facilitado algunos datos arquitectónicos de las bóvedas, y sobre todo, por haberme autorizado a “robar amablemente” sus fotos de las mismas, pues él tuvo más suerte que yo cuando realizo su artículo y pudo visitar las cuevas con luz, y tranquilamente.

Bien amigos, y este es el artículo que escribió Manolo en 2015. Os emplazo para que visitéis el siguiente artículo, y no olvidéis que… ¡PASO LISTA!.

8 comentarios

  1. Pero vaya detective estas hecho, de novela de ciencia ficción, en pleno 2015 e investigando la parte trasera con muchos trastos,jejjeje y queriendo que se te apareciera la Virgen de Loreto, y tus méritos has puesto, desde la palabra de convicción a doña Mª Jesús, la calma, seguro, el desconocimiento total de lo que veías y que ni la dueña sabría darte explicación y todo esto mientras ibas avanzando hasta llegar arrastrar tu trasero para ver, bueno eso de ver es otra *ilusión* unos arcos en la oscuridad y vistos entre la luz de las nuevas tecnologías y con acompañamiento de roedores, jijiji. Me cachis !! Anímate que queremos una segunda parte de V.de Loreto, trastos , tornillos quien sabe de quienes jajajjaja oscuridad y lo bonito que es ver una tienda aunque sea una ferretería en nuestros tiempos pero de hace dos siglos. Buen trabajo !! Me encanta lo que muestras aunque se desconozca la mayoría de sus cosas, al menos nosotros, nuestros padres y abuelos, se deben reir desde donde están de nuestras historias, jajjajaj.

  2. La parte trasera contigua a los comercios se llama trastienda. Yo conozco a la actual dueña que, no sé por qué, obvia citar a otros dueños anteriores, entre ellos a su hermana Concha que, por cierto, falleció en la tienda.

  3. Yo conozco muy bien esta ferretería; porque vivo en el barrio. Actualmente ha sido adquirida para restaurante, la verdad han hecho una rehabilitación extraordinaria, han recuperado con mucho detalle los espacios, maderas, ladrillos. Lo han convertido en un lugar entrañable y muy acogedor. Han combinado lo antiguo con fabulosas obras de arte moderno, entre ellas una escultura- pozo de Cristina Iglesias.
    También han puesto en valor un pequeño patio y las fabulosas cuevas de las que hablas en tu artículo.
    Recomendaros que vayáis a conocerlo, su nueva propietaria, Toñi, una señora muy amable de exquisita sensibilidad nos enseñó todo el local disfrutamos mucho con sus explicaciones.
    Además las cocinas reproducen las antiguas cocinas de carbón, está todo riquísimo y es un lugar estupendo para degustar el jamón cortado por Emilio

  4. Quería informarles que mi proyecto fotográfico ‘Comercios Históricos de Madrid’ está online desde hace unos días.

    Es una Guía para conocer (y encontrar, caminando por Madrid) más de 400 comercios centenarios, antiguos, curiosos o interesantes que siguen manteniendo tanto su imagen exterior como su función sin variar desde su origen.

    Espero que, aunque sea un simple Catálogo, invite a la gente a callejear, a ir a la deriva, con ojos de paseante, por este territorio de aprendizaje que son las calles de Madrid.
    Sobre todo porque Madrid nunca más va a volver a ser como es ahora.

    https://comercioshistoricosdemadrid.com/

    Un saludo.
    Luis Pita Moreno

  5. Me gusta enormemente este articulo y otros que he leido sobre esta ferreteria a la que fui muchas veces de pequeña con unos 5-6 años porque una tia mia, Esperanza era amiga de las hermanas mayores de Maria Jesus. Tengo unos gratisimos recuerdos de aquella epoca y recuerdo todo como estaba entonces.
    Gracias por la evocacion de los recuerdos.

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