La Posada del Peine (Hotel más antiguo de España)

Queridos amigos gatunos, hoy os voy a llevar a descubrir el hotel más antiguo de España, situado en el mismo centro de Madrid, La Posada del Peine. Este hotel, en un principio posada, fue inaugurado en 1610 por Juan Posada, en la antigua y céntrica calle del Vicario Viejo, hoy Marqués Viudo de Pontejos. En sus inicios, no se pedía documentación, ni credenciales, ni siquiera se le preguntaba el nombre a sus huéspedes, tan sólo eran necesarias las monedas de rigor para poder disfrutar de una cama y un techo para pasar las frías noches madrileñas, por lo que poco a poco se fue creando la leyenda de que todo aquel que pudiera pagar, y tuviera algo que ocultar, sabían dónde acudir en caso de necesidad, puesto que no se podía saber a quién denunciar a las autoridades ni el por qué.

Con el tiempo, se convirtió en el lugar más famoso para hospedarse en la Capital, pues está ubicado en el lugar donde antaño se descargaban de viajeros y correos, todas las diligencias que llegaban a la ciudad, justo al lado de la calle de Postas, cerca de la Puerta del Sol. Su nombre nos viene dado por un dato muy curioso y es que, en sus habitaciones, se disponía de un peine para los huéspedes, pero como muchos de ellos se lo llevaban, tal y como sucede en la actualidad con otras muchas cosas, como las toallas y jabones, dicho peine estaba atado a una cuerda para intentar evitarlo. Este servicio adicional a los clientes era algo que distinguía a esta posada de los demás hostales y casas de cobijo, por lo que adoptó el peine como símbolo, incluyéndolo en pomos y emblemas, lo que aportó más fama todavía al establecimiento.

Durante casi dos siglos el negocio estuvo en manos de la familia Posada, para luego en 1796 pasar a ser propiedad de los hermanos Espino, quienes solicitaron a Francisco Álvarez Acevedo su ampliación, mediante la concesión de una licencia que permitía edificar una nueva planta en las dos fachadas del edificio, las que miran hacia Pontejos y San Cristóbal. Éste trabajo se llevó a cabo bajo el control del arquitecto municipal, el insigne Juan de Villanueva. Alrededor de 1800, se ampliaron sus instalaciones con la construcción de una casa contigua en la calle Postas. Tras estas modificaciones, se realizó otra restauración en 1863, la cual permitió mejorar el estado estructural de la posada, y aumentó de nuevo la altura del edificio, contando desde entonces con tres plantas. Este importante y fundamental proyecto corrió a cargo del arquitecto Juan Antonio Sánchez.

En 1868, año en el que Isabel II fue destronada, Madrid contaba con diversos establecimientos hoteleros, entre ellos el Hotel Madrid, el Hotel Embajadores, el Hotel Rusia y el Hotel París, pero al crecer la Capital, tanto en habitantes, como en importancia comercial, económica y administrativa, trajo consigo un aluvión de mercaderes y viajantes, por lo aumentó la demanda de habitaciones y alojamientos, sin poder ser cubierta y, a pesar de la construcción de los primeros hoteles en los inicios del siglo XX, como el Hotel Ritz y el Hotel Palace, dirigido a las clases pudientes, la Posada del Peine se mantuvo como el establecimiento de mayor prestigio de la Capital entre los comerciantes que visitaban nuestra ciudad.

En 1891, de nuevo se solicitó una licencia para construir un edificio más moderno, en esta ocasión el situado en la calle Postas, 17. El hotel contaba por entonces ya con 150 habitaciones, las mejores con vistas a la calle, mientras que los cuartos interiores no contaban con ventanas ni ventilación. Más adelante, en 1892, para mejorar su aspecto estético y con la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América, el edificio fue coronado con un templete que incluía un reloj. Tras pasar por diversas manos, entre ellas una comunidad religiosa, la posada fue vendida a la casa de relojería Girod quienes incluyeron en el edificio su taller a través de la reforma de la primera planta.

La estructura arquitectónica del conjunto es bastante peculiar, pues el hotel está ubicado en tres edificios unidos entre sí, construidos con tres estilos diferentes que se corresponden con distintas épocas. De la antigua Posada del Peine, sólo se conservan las fachadas de los edificios mencionados, aunque lógicamente, remodeladas, su escalera, muchas de sus columnas, acabados internos en varias de sus áreas, de los que hablaremos posteriormente, así como también el nombre, que está situado en su ubicación original.

A lo largo de la historia de la literatura encontramos numerosas referencias a la Posada del Peine. Entre sus paredes se alojaron, entre otros, Casta Esteban, la viuda de Gustavo Adolfo Bécquer,  o el pintor José Gutiérrez Solana. El edificio fue además objeto del discurso de ingreso en la Academia de la Lengua de Camilo José Cela y debido a su privilegiada situación se sabe que también fue alojamiento de toreros. El hotel se mantuvo abierto al público de forma modesta hasta alrededor de 1970, época en la que cerró sus puertas.

En el año 2005, reabrió sus puertas al convertirse en un hotel de cuatro estrellas plus, dando cabida a 67 modernas habitaciones. Para ello, Hoteles High Tech realizó un proyecto de rehabilitación integral de sus instalaciones, las cuales han incluido entre otras mejoras, la restauración integral de sus fachadas, manteniendo la misma decoración urbana del Madrid más castizo, convirtiéndose así en uno de los hoteles más emblemáticos y representativos de la capital. Además, está equipado con elementos de última tecnología, como pantallas planas, ordenadores portátiles en todas las habitaciones, duchas hidromasaje, cajas fuertes, acceso Wi-Fi gratuito en las instalaciones, y en algunos casos, bicicletas estáticas. Su ubicación es privilegiada, a escasos metros de uno de los arcos de acceso a la plaza Mayor, muy cerca de la Puerta del Sol, y justo en la calle por la que pasan los turistas de una plaza a otra, la calle Postas. La belleza de la decoración de sus fachadas, hace que sea un lugar muy fotografiado por las miles de personas que transitan diariamente ante sus puertas, aunque ignoren que se trata del Hotel más antiguo de España.

Como en la mayor parte de los edificios del centro de Madrid, en el subsuelo del hotel hay unas cavas, o cuevas, cuya funcionalidad en tiempos pasados, desconozco, pero en este caso, se han utilizado para alojar allí el salón para desayunos, dotando al lugar de un ambiente rústico y a la vez añejo, que le confieren una agradable perspectiva.

Según me comentó María, la simpática Jefa de Recepción, hay una característica curiosa en la decoración actual del Hotel. Se trata de un árbol pintado en la pared, cuyo tronco parte de la recepción, justo al lado del ascensor (podemos verlo en una de la fotos de arriba) y va ascendiendo por todos los pisos del hotel hasta la planta superior, la quinta, donde finaliza en la copa. Pero lo más original es que las ramas se van extendiendo por  las paredes de todo el edificio, atravesando incluso algunas habitaciones, ofreciendo un gracioso y “ecológico” ambiente.

Y con estos originales datos, finalizamos nuestra visita a este antiguo, precioso e histórico establecimiento que, ha pasado de ser un lugar de alojamiento humilde en el siglo XVII, a ser un hotel de alta categoría, que con su solera, embellece un poco más la leyenda y realidad de nuestra preciosa ciudad. Espero que os haya gustado. Quiero dar las gracias por su amabilidad y toda la información y facilidades prestadas a Ana Isabel Sanz, actual Directora, y a María, Jefa de Recepción, de la que ya os he hablado anteriormente, y que nos ha servido de guía en la visita a Manolo y a mí. Por supuesto, también quiero agradecer a la cadena hotelera Petit Palace por autorizarnos tanto a escribir el reportaje, como a la toma de fotografías del interior, que han sido fundamentales para la realización de este post. Como siempre, volveremos con nuestros paseos por Madrid para ir “descubriendo” nuevos lugares interesantes.

4 comentarios

  1. Antes de que se cerrara definitivamente la puerta de la posada, existia justo en la mismisima entrada un negocio de electricidad regentado por un tio mio, que era electricista del palacio de Oriente, tan pequeño era la tienda , yo cuando iba de visita tenia que salir para que pudiera entrar el cliente, con un mostrador y una banquta, todo muy antiguo

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