La tienda más pequeña de Madrid (Cordonería Fillola)

Saludos gatunos amigos. Hoy os voy a descubrir otro sitio que, desgraciadamente, ha cerrado sus puertas en el intervalo de la publicación del post que hizo Manolo en 2015, y la fechade hoy, 13 de diciembre de 2019, yeslaque era la  tienda más pequeña de Madrid, la Cordonería Fillola. Como en alguna ocasión anterior en que habían cerrado el lugar, voy a poneros el artículo que hizo Manolo:

“Había oído hablar de ella, pero aunque he pasado mil veces por delante, nunca me había percatado de su peculiaridad. Es la tienda más pequeña de Madrid, y pasa casi inadvertida entre el ir y venir de vecinos, paseantes, y sobre todo, turistas, que van o vienen de la Plaza Mayor. Hoy voy a descubriros la Cordonería Fillola.


Hay varias razones por las que no se aprecia su presencia de inmediato. Una, porque está dentro de un portal, el número uno de la calle de la Sal, más que dentro del portal, se encuentra en un rellano de la escalera al final del primer tramo de 6 escalones; otra, porque en la fachada sólo hay un cartel que dice “Cordonería”, así, sin más. Sólo un detalle hace que se destaque un poco de una vivienda normal, y son sus dos pequeños escaparates, de apenas 15 cms. de profundidad, donde se presentan, o más bien, se atropellan y amontonan (porque no hay espacio), todo tipo de cordones, redecillas, escarapelas, cíngulos de Semana Santa, borlas, barbuquejos…

La fundó Doña Alfonsa Martín Mora en 1921, gracias a la licencia de apertura concedida por el rey Alfonso XIII. En realidad la licencia fue doble, una por la tienda, por la que se pagaron 2 pesetas con 20 veinte céntimos de la época, y otra por los escaparates, por la que se abonó 1 peseta con 50 céntimos. Toda esta documentación, así como las escrituras y todos los demás legajos burocráticos, los tiene debidamente archivados y protegidos Guillermo Quecedo Fillola, el actual propietario junto con su hermano Jorge. Por cierto, me enseñó un sello muy antiguo que mandó hacer su abuela.

Ambos hermanos son bisnietos de Doña Alfonsa, que le dejó el negocio a su hija Ángela, y ésta a su vez a su hija Pilar, madre de los hermanos Quecedo, que por tanto, son la cuarta generación de cordoneros, y los dos únicos hombres de la saga.

 
 

Guillermo, nacido en 1964, inició sus estudios de Derecho, pero pronto los abandonó para dedicarse en cuerpo y alma al negocio familiar. Según me comentó, el no hace los cordones y demás material, de eso se encarga su hermano Jorge, el verdadero maestro cordonero, oficio aprendido de su madre, que a su vez lo aprendió de la suya, y ésta de la propia. De lo que se encarga Guillermo es de todo lo demás, desde la administración, hasta la venta, e incluso él mismo lleva personalmente la contabilidad del negocio, que por cierto, actualmente está en declive, pues ya no hay mucho trabajo, y los encargos son cada vez más exiguos.

Me contó como ejemplo que, esta pasada Semana Santa, le encargó a Jorge que hiciese varios cordones en diversos colores para las cofradías, para tener stock en caso de necesitarlo, pero ¡sólo vendió 3 cordones!, por lo que tiene un remanente para este próximo año.

En la tienda, completamente recargada de productos, a parte de los elementos normales de la cordonería, se pueden contemplar los típicos artículos de souvenir, como imanes, castañuelas, muñecas vestidas de flamenca o soldados. “No se puede vivir sólo con los cordones” me comentó Guillermo.

Este pequeño pero entrañable establecimiento, de dos metros cuadrados de dimensión, está situado en un edificio construido en 1828, y pertenece a los joyeros de la Joyería-Platería Santos, en la calle Zaragoza número seis, a escasos cincuenta metros. Tanto el local, como un piso en la quinta planta donde residen los hermanos, y tienen el taller, así como varios instrumentos antiguos de la profesión, están en régimen de alquiler.

Al ser de renta antigua, hasta hace pocos años, pagaban una miseria, pero en la actualidad, la renta ha subido bastante. De hecho, Guillermo le ofreció al dueño la posibilidad de comprarle, tanto la tienda como el piso, por 40 millones de pesetas, pero el joyero se negó. Es más, hubo una época en que éste, intentó que desalojaran el edificio (no sé con qué motivo), pero Guillermo consiguió que el desahucio no llegara a buen fin y, afortunadamente, todavía podemos disfrutar de esta curiosa y peculiar tienda. A pesar de todo, la relación entre casero e inquilino es bastante buena.”

 
 
 
 
 

Y esto todo amigos. Segúnuna versión extraoficial que ha llegado a mis oídos, finalmente la tienda tuvo que ser desalojada porque van a derribar el edificio, supongo que para construir otro más moderno, el caso es que  nos hemos quedado sin este entrañable lugar.

Os cito para el próximo artículo donde os seguiré descubriendo rincones y lugares especiales de este mi Madrid, NUESTRO MADRID. Y no olvidéis que… ¡PASO LISTA!. Salugos gatunos.

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