Saludos gatunos amigos. Hoy comenzamos una nueva etapa en este blog, donde os desgranaré, dentro de mis posibilidades felinas, todo aquello que forme parte de este pulmón de la ciudad de Madrid, quizás, uno de los lugares ideales para pasear en las tardes de verano y, ¿por qué no?, de cualquier época del año.
Se construyó en el siglo XVII por orden del conde-duque de Olivares el valido del rey Felipe IV, para dar al Palacio del Buen Retiro, unos jardines con gran extensión para uso y disfrute de la Corte, establecida en la estancia real.
Pero os voy a explicar el origen de todo esto, que comenzó cuando el conde-duque, quiso ampliar, en 1629, el Cuarto Real que había junto al Monasterio de los Jerónimos y levantar alrededor del mismo una residencia “para alivio y recreación” del rey y sus sucesores, como así se hizo constar en una cédula expedida por el propio monarca. Para ello, regaló al rey unas tierras próximas de unas 145 hectáreas, casi todas cedidas por Alonso Estacio Gutiérrez de los Ríos y Angulo, primer conde de Fernán Núñez.
El palacio comenzó su construcción en 1630 y se terminó en 1640, bajo la dirección de los arquitectos Giovanni Battista Crescenzi y, posteriormente, Alonso Carbonell, quien asumió el proyecto en solitario tras la muerte del primero. Como no había una planificación establecida, el resultado fue una fusión de elementos arquitectónicos, que se incorporaban a medida que surgían nuevas ideas, con un estilo austero, desordenado y sin mucha ornamentación exterior, aunque la decoración interior fue fastuosa.
Aparte de lo que era la residencia palaciega en sí, el edificio tenía unos anexos que indicaban su cometido de recreo, como un teatro, llamado Coliseo del Buen Retiro, en el que se representaron obras de dramaturgos españoles del Siglo de Oro, como Calderón de la Barca y Lope de Vega, una leonera, en la que se exhibían animales salvajes, una plaza donde se celebraban corridas de toros y espectáculos ecuestres, y un Salón de Baile, decorado con frescos de Lucas Jordán, que es el único edificio conservado actualmente, el Casón del Buen Retiro.
Respecto a los jardines, debido a las prisas del conde-duque por tenerlo acabado cuanto antes, se crearon al mismo tiempo que el palacio y su artífice fue igualmente Alonso Carbonell, con intervención posterior de Cosme Lotti y Baccio del Bianco, dos escenógrafos que el rey se trajo de Italia.
Entre los elementos paisajísticos de aquella época figura el Jardín Ochavado, que concebido alrededor de una plaza central, cruzada por ocho paseos, algunos de los cuales estaban delimitados por túneles de verdura (estructuras a modo de pasadizos recubiertas con vegetación). Asimismo, había una pajarera de grandes dimensiones, en la que se criaban aves exóticas para su exhibición, y siete ermitas, que solo desarrollaban un función lúdica, más cercana al concepto de romería, que al de recogimiento religioso. Seis de ellas (San Isidro, San Pablo, San Juan, San Bruno, la Magdalena y San Antonio de los Portugueses) se hicieron de nueva factura, mientras que la de San Blas, enclavada en el cerro homónimo, donde hoy se eleva el Real Observatorio Astronómico, fue anexionada cuando se constituyó el Real Sitio.
Las infraestructuras hidráulicas se debieron a Cristóbal de Aguilera, maestro mayor y veedor de las fuentes de Madrid. No solo hizo los viajes que abastecían de agua al Real Sitio, el Viaje Alto y Viaje Bajo del Retiro, sino también los estanques y rías que lo adornaban. El Río Chico recorría el flanco norte hasta terminar en el Estanque de San Isidro, mientras que el Río Grande llegaba hasta San Antonio de los Portugueses, procedente del Estanque Grande, donde se celebraban naumaquias y representaciones teatrales. Este último es el único elemento hidráulico que se mantiene de aquella época, junto con el Estanque Ochavado (o de las Campanillas).
Tras el incendio del Real Alcázar en 1734 y mientras duraron las obras del nuevo Palacio Real, el Buen Retiro se convirtió en la sede de los órganos de gobierno y residencia oficial de los reyes. Felipe V, el primer Borbón que reinó en España, quiso adaptarlo al gusto de la nueva dinastía y encomendó su remodelación con estilo francés a los arquitectos Robert de Cotte y René Carlier.
Con la llegada al trono de Carlos III, el Real Sitio cobró un nuevo impulso y, a diferencia de las actuaciones anteriores dirigidas a reforzar el carácter residencial del lugar, sus intervenciones tuvieron un sentido ilustrado y buscaban una finalidad mercantilista, como la construcción de la desaparecida Real Fábrica de Porcelana, realizada sobre la Ermita de San Antonio de los Portugueses; o un objetivo de carácter científico, como el Real Observatorio Astronómico, que fue terminado en tiempos de Carlos IV.
De hecho, el Real Observatorio formaba parte de un plan que pretendía dotar a Madrid de una zona consagrada al estudio de las Ciencias Naturales. Fue erigido sobre el Cerro de San Blas, presidiendo el tramo meridional del Salón del Prado, donde ya se habían construido el Real Jardín Botánico, el Gabinete de Historia Natural (hoy Museo del Prado) y un zoológico. Este último fue creado en 1774 en la Cuesta de Moyano, en terrenos que entonces pertenecían al Retiro.
Llevado por ese mismo espíritu ilustrado, en 1767 Carlos III autorizó el acceso público al Buen Retiro, siempre que se acataran ciertas normas en el vestir y se respetaran unos límites territoriales. Este uso como parque no solo se mantuvo en los siguientes reinados, sino que se intensificó con Isabel II, al permitirse en 1867 la navegación pública dentro del Estanque Grande.
Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), el Buen Retiro fue utilizado como cuartel general de las tropas napoleónicas, lo que provocó daños de consideración tanto en el palacio como en los jardines, además de su expolio. Tras el regreso a España de Fernando VII en 1814, se procedió a la recuperación de la zona ajardinada, con la incorporación de nuevos elementos arquitectónicos, mientras que apenas se intervino sobre la residencia y las ermitas. El proyecto fue redactado por Isidro González Velázquez.
Se acotó una parte, entre la Calle de O’Donnell y la avenida de Menéndez Pelayo, que se llamó «El Reservado» para uso exclusivo de la familia real. En esta zona se crearon nuevos jardines, que fueron adornados con los llamados «caprichos» entre los que destacan la Casita del Pescador, la Casa del Contrabandista, la Montaña Artificial y la Fuente Egipcia, además de la Casa de Fieras, donde fue trasladado el zoológico fundado por Carlos III, y también se creó un Embarcadero Real en el Estanque Grande, donde hoy se alza el Monumento a Alfonso XII.
A partir de 1841 la reina Isabel II impulsó nuevas mejoras, como las plantaciones de árboles de sombra y frutales y la utilización como bosque del Campo Grande, un espacio utilizado en tiempos de los Austrias para la caza menor, y además se creó el Paseo de las Estatuas.
En 1865, sin embargo, Isabel II vendió al Estado una parte de la propiedad, para su urbanización. Se trataba de la franja occidental, la más cercana al Paseo del Prado, donde estaba enclavado el palacio, que, debido a su mal estado, tuvo que ser demolido en 1869, excepción hecha del Salón de Reinos y del Salón de Baile. En la zona segregada se abrió la Calle de Granada, en la actualidad de Alfonso XII, alrededor de la cual fue creado el Barrio de Los Jerónimos, lo que supuso la tala de unos 2000 árboles.
Tras la Revolución de 1868, y el destronamiento de Isabel II, el Real Sitio del Buen Retiro pasó a ser propiedad municipal y fue declarado parque público, con el nombre de Parque de Madrid, según Decreto firmado el 6 de noviembre del citado año por el ministro Laureano Figuerola.
También había quedado en manos del ayuntamiento una parcela próxima a la plaza de Cibeles, surgida de la segregación de 1865 pero, a diferencia del resto de la posesión, ésta fue arrendada para su explotación como jardín recreativo. En este lugar, hoy se levanta el Palacio de Cibeles.
Con la municipalización dio comienzo una fase constructiva muy intensa. El arquitecto José Urioste y Velada hizo un nuevo cerramiento, en el que dispuso una serie de puertas monumentales, e instaló las fuentes de los Galápagos y de la Alcachofa, que fueron traídas desde otros puntos de la ciudad.
En 1874 fue creado el paseo de Fernán Núñez (o de Coches) sobre el primitivo cauce del río Grande y en 1878 se volvió a intervenir en el Campo Grande, a partir de modelos paisajísticos de inspiración inglesa. En 1885 fue inaugurada la fuente del Ángel Caído, erigida en el lugar donde antes estuvieron la Real Fábrica de Porcelana y la ermita de San Antonio de los Portugueses. En esta época también se excavaron diferentes estanques y rías artificiales.
En las últimas décadas del siglo XIX el parque fue escenario de diversos certámenes y exposiciones internacionales, para los cuales se proyectaron edificios como el desaparecido Pabellón Árabe, el Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal, todos ellos realizados por Ricardo Velázquez Bosco.
La fuente de Cuba fue construida en el primer tercio del siglo XX como un monumento conmemorativo de la nación cubana.
Llegado el siglo XX continuaron las labores de acondicionamiento y se siguió trabajando en el cerramiento, con el traslado de la Puerta de Felipe IV al Parterre, y se edificó un embarcadero nuevo en el Estanque Grande, que reemplazaba a otro anterior que se había incendiado (construido, a su vez, para sustituir al primitivo Embarcadero Real). Ambas actuaciones fueron llevadas a cabo por el arquitecto municipal Luis Bellido, entre 1922 y 1926.
A lo largo del citado siglo, el Retiro fue adornado con numerosos monumentos conmemorativos, entre los que cabe destacar, por su relevancia artística y simbólica, el dedicado a Alfonso XII, obra maestra de José Grases Riera, que preside la ribera oriental del Estanque Grande desde 1922.
En el terreno paisajístico, el jardinero Cecilio Rodríguez desarrolló distintas iniciativas, como la Rosaleda y los jardines que llevan su nombre, concebidos como una extensión de la Casa de Fieras, en la que también intervino. Rodríguez asumió estos proyectos a partir de 1915 y 1918, respectivamente, y se da la circunstancia de que él mismo procedió a su restauración, tras los destrozos de la Guerra Civil.
A estos recintos se añadieron, en la segunda mitad del siglo XX, el Jardín de plantas vivaces y alpinas y el Huerto del francés. El último de los jardines realizados en el Retiro es el Bosque del Recuerdo, levantado en 2005 en homenaje a las 192 víctimas mortales del atentado del 11 de marzo de 2004. Se encuentra en la parte sudoeste del parque, en las inmediaciones de la estación de Atocha.
Bien queridos amigos, espero que os haya gustado esta introducción histórica de el Parque del Retiro o, ciñéndonos a su nombre real, Jardines del Buen Retiro. En próximos artículos os iré explicando todo sobre este maravilloso lugar del corazón de Madrid, y expresado gráficamente por algunas fotos mias, y las magníficas instantáneas de Oscar Martín Gómez, un amante de los paseos en los amaneceres de este singular recinto. Deseando veros pronto en el siguiente artículo. Os espero, no faltéis y recordad… ¡PASO LISTA! Saludos gatunos.
+ http://wikipedia.com
Fotos: + Manolo G. Sanahuja (El Blog de Madriles)
+ Oscar Martín Gómez